Arte y conciencia humana:

Yo – el entero vaso roto

Conciencia y trauma - Simposio de Viena

En Viena, en el VI simposio internacional "Psychoanalyse & Körper", en septiembre de 2006, neurobiólogos, psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas se reunieron para reflexionar sobre el tema del “trauma”.

Los científicos presentaron resultados de vanguardia de sus investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro. En un diálogo entre la ciencia y la psicoterapia los participantes exploraron la pregunta de cómo estos nuevos saberes impactan y, quizás, modifican la comprensión del trauma psicológico y de la conciencia humana.

Este simposio forma parte de una serie de congresos bi-anuales, organizados por el doctor médico y psicólogo Dr. Peter Geissler, de Viena, y su grupo de trabajo. El VI encuentro, por primera vez, incorporó el arte como otra voz integrante dentro del diálogo entre la ciencia y la práctica y las diferentes disciplinas de ambas.

¿Por qué el arte?

El simposio fue diseñado como plataforma para una búsqueda compartida. Más allá del intercambio de información y experiencias, se buscó crear un ámbito de aprendizaje y generación de nuevos entendimientos que emergieran del diálogo mismo. Las ciencias de la mente tienen la particularidad de que lo que tratan de entender y el vehículo que las lleva a ese entendimiento son idénticos: la mente humana. Es el cerebro tratando de comprenderse a sí mismo y la conciencia  buscando capturarse a sí misma. Esta particularidad puede imponer límites de los cuales ni siquiera nos demos cuenta porque, parece sumamente difícil – aunque no a priori imposible – que la razón supere sus propios razonamientos. Por ello, se esperaba que el arte contribuyera, con su lenguaje poético y sobre todo simbólico, a permitir entendimientos que no fueran sólo racionales.

A su vez, se buscaba crear un ámbito que facilitara el intercambio de miradas y, más importante aún, el diálogo entre las preguntas de las diferentes disciplinas. Se esperaba que el arte motivara estos procesos estimulando el pensamiento creativo de los participantes, especialmente en áreas temáticas de gran complejidad y ambigüedad en sus fronteras.

Por último, hablar del trauma de la psique y de la conciencia humana inevitablemente lleva a cuestiones filosóficas como, por ejemplo, la identidad individual, la naturaleza del “yo” o la pregunta si hay un solo “yo” o si existen varios, no como patología sino como condición humana. Tales cuestiones – cruciales tanto en la ciencia como en la terapia – impactan nuestras imágenes más existenciales de la vida y superan, por lejos, el alcance actual de nuestros lenguajes. Se esperaba que el arte contribuyera a entrar en esos territorios arquetípicos, trascendentes y hasta inaccesibles.  

¿Cómo se configuró la contribución artística? 

Mis contribuciones fueron tres. En primer lugar, con anterioridad al simposio pinté 33 cuadros inspirados en la temática central del encuentro. Estas obras estuvieron expuestas durante el congreso en la sala principal y en los pasillos donde circulaban los participantes. En segundo ligar, ya durante el desarrollo del simposio, mi tarea fue dibujar en vivo, asistiendo a las reuniones en el pleno y las sesiones en grupos para capturar los contenidos presentados en las charlas y los generados en las discusiones. Estos dibujos se integraron al día siguiente en la exposición. Además, invitado por los organizadores, hice un breve presentación diaria a los participantes sobre el desarrollo del trabajo artístico in situ. Finalmente tras el simposio se editó un libro con todas las presentaciones hechas por los expertos durante el encuentro, al que yo sumé un ensayo propio y las ilustraciones realizadas. 

¿Cómo se crearon los cuadros de la exposición?

Mi desafío principal fue: ¿cómo puedo contribuir artísticamente a un diálogo de expertos en disciplinas a las que yo no pertenezco? Y más difícil aún, ¿qué es una visión artística acerca de una temática tan existencial como es el trauma y la conciencia humana? La primera decisión fue entrar en un diálogo directo y personal con los contenidos que se iban a trabajar durante el simposio. Durante esta etapa de investigación y estudio produje una gran cantidad de textos e imágenes que, aunque me ayudaron a profundizar el tema, tenían algo en común: lo simbólico no estaba presente, eran más bien, una expresión intelectual, un reflejo de mis lecturas y reflexiones acerca de la temática. Al verlas sentí que carecían de fuerza vital. Lo que faltaba era encontrar una imagen guía, una Gestalt más allá del horizonte de mi entendimiento. En palabras simples: aún no me había entregado al tema y, sin entrega no hay ciencia, ni terapia, ni arte.

No fue ninguna sorpresa que esa imagen guía me llegara a través de un sueño. Soñé con un vaso lleno de agua que se rompía antes mis ojos quebrándose en innumerables trozos sobre los cuales el agua corría libremente. Esa imagen fue se convirtió en mi guía para todo el trabajo, y la formulé de la siguiente pregunta:

Cuando se rompe el vaso, ¿quién es la instancia que dice:
“Yo estoy hecho pedazos?"

A partir de ese momento, el proceso creativo se disparó. Durante meses estuve produciendo una imagen atrás de la otra aunque trabajándolas en paralelo. Así, un retoque en un cuadro me llevó a otro retoque en otro, una lucha ganada en un diseño me abrió el camino para seguir buscando los demás diseños. Los 33  cuadros emergieron como un solo cuerpo, y mientras los trabajaba sentí que todos juntos constituían un todo.

La estructura del mandala, como base de un gran número de estos cuadros, emergió casi involuntariamente. Mientras trabajaba sentía que los estudios hechos anteriormente podían entrar en la creación artística de manera fluida - la mano azul, por ejemplo, y la pieza que ella captura son lo mismo: dos manifestaciones espaciales y temporales del mismo flujo vital. Otros mandalas parecen representar la constante transición entre el orden y el impulso creativo, las repercusiones entre las partes y el todo que se transforman mutuamente. Mientras pintaba y dibujaba, pensaba incesantemente en las cuestiones del simposio pero no era un pensamiento racional sino, más bien, un estado de contemplación. Me había entregado.

¿Qué significa dibujar en vivo?

Durante el simposio mismo, asistiendo a las sesiones en pleno y en grupos, mi tarea fue capturar los contenidos claves de las presentaciones y discusiones. Pero, ¿cómo podía saber yo qué era clave? Y si lo supiera, ¿cómo podía capturar, efectivamente, la esencia de las ideas e intenciones subyacentes de otros? Y si eso no fuera posible, ¿cómo hacer una contribución conducente y no quedarme en el lugar del visitante que toma la realidad de otros como impulso para su propia creatividad? Lo que me dio la pista fue el interés y la gentileza de los mismos participantes. Me recibieron con gran cordialidad y curiosidad, involucrándome en sus discusiones como uno más de ellos. De este modo, no fui el fotógrafo de la boda, sino miembro de la familia, y esto fue lo que hizo tan fácil y placentero el trabajo creativo y su integración en la búsqueda colectiva.

Dibujar en vivo no significó dejarme llevar por la espontaneidad y el interés del momento sino tratar de entender la lógica y el entretejido de los argumentos. Sin embargo, al no ser meras ilustraciones de lo dicho, las imágenes podían enfocarse en lo arquetípico y lo poético detrás de lo específico de cada ponencia, explorando un territorio desconocido pero común a todos nosotros.